martes, 24 de enero de 2012

Gordillo, muerta en vida

 Luis Farías Mackey
 Luis Farías Mackey, Mexicano, Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana, con diplomado en análisis político. Ha colaborado en La Crónica, Siempre! y El Sol de México, y ha sido comentarista de los noticieros del Grupo MVS y autor de La Jornada Electoral paso a paso y Fonden Electoral, así como coautor de varios libros colectivos y de La América de Aranda.
 A toda iglesia le llega su fiestecita y “la maestra” no podía ser la excepción
El PRI reaccionó a tiempo a la rebelión que se gestaba en su seno. Primero se deshizo de Moreira -tal vez algo tarde- para contener los costos de su descomunal e inexplicable deuda, y ahora de “la maestra” y su franquicia electoral a la que aquél alegremente había entregado 4 senadurías y 24 diputaciones.
Si el número era más que suficiente para enardecer a los priístas que se veían desplazados, la designación de la hija y el yerno de “la maestra” en las primeras fórmulas al Senado en Chiapas y Sinaloa fueron un escupitajo a la cara del PRI, que se vio amenazado con una división similar a la que la interfecta le propinó hace seis años y que fue causal de su expulsión. ¡Lástima que los priístas tengan tan corta memoria!
Otro insulto fue la inserción en las listas de la coalición de Emilio Zebadua, quien, embozado en la hipocresía de la imparcialidad ciudadanizada, abrazó en el IFE la moda antipriísta en olvido de su paso por el salinismo; tal y como ahora pretendía que los priístas olvidaran su soberbia y fatua parcialidad. ¿Y por qué no lo iba a pensar, si la expulsada volvía a entrar por la puerta grande al PRI y le daba clases de democracia imponiendo a dedazo limpio a sus familiares y amigos?
Hoy “la maestra” y su franquicia política sufren una especie de ostracismo político. Nadie los quiere. Están apestados.
El PAN, después de las indiscreciones de “la maestra” sobre la compra de sufragios a cambio de feudos en la administración pública calderonista y los nulos rendimientos electorales en Michoacán, pintó su raya.
López Obrador no quiere saber nada del personaje y muere de rabia por no poder utilizar los obuses que tenía preparados contra Peña Nieto por su alianza con la susodicha.
Y si bien Moreira, seguramente en pago de facturas, la alió al PRI con calzador, los altísimos costos de opinión pública, el descrédito de ambos personajes, la desfachatez de los dedazos familiares y la división interna que amenazaba con descarrilar el hasta ahora terso caminar priísta, haciendo imposible la visita de Peña Nieto a Sinaloa la semana pasada, llevaron a ese partido a romper la alianza, dejando a “la maestra” y al  PANAL a su propia suerte.
Fuera de tiempo de hacer otra coalición, rechazado por los tres grandes partidos, sin personajes de altura para enarbolar una candidatura presidencial, con un descrédito ganado a pulso y el inocultable fracaso de la educación en México, el PANAL ha sido herido en su línea de flotación, hace agua y corre el riesgo de mostrar su verdadera indigencia electoral.
Porque el PANAL no es un partido político, es una franquicia electoral con financiamiento público que no tiene militantes, ideología y programa de gobierno, solo tiene un ejército mercenario de operadores electorales al servicio del mejor postor para reventar elecciones, comprar votos y coaccionar electores. El problema de estos mercenarios es que ya nadie los quiere en sus filas, nadie compra sus servicios y nadie acepta ya sus chantajes.
Bien dice Labastida: “la maestra” cuesta más de lo que aporta. Los rendimientos electorales del PANAL son marginales. El PANAL (solo o en coalición) jamás ha ganado en ninguna colonia del magisterio. Pregúntele a la Cocoa que le aportó en Michoacán, además de descrédito.
El PRI reaccionó bien y a tiempo. Evitó el cisma interno y se deshizo de un alacrán en la espalda y un fardo de detritus en el que iba a terminar enterrado. ¡Alacrán y fardo que ya lo habían picado y enterrado hace seis años!
Pero la determinación no para en sus consecuencias electorales. Hoy nadie quiere aliarse con ella y va sola a una elección que va a terminar por demostrar su ridícula fuerza electoral. Pero peor aún, gane quien gane la elección presidencial ya ha manifestado su absoluto rechazo al personaje (salvo el ridículo Cordero, cuya desesperación gana a su estupidez).
Sin aliados políticos y con enemigos internos a su liderazgo moral (jamás fue peor utilizado el término) “la maestra” es una muerta en vida.
El rompimiento del PRI con el PANAL no es solo el fin de un chantaje político, de una franquicia electoral, de un insulto a la democracia y de un descrédito público; es también el inicio del fin de uno liderazgos más dañinos que pueblo alguno pueda tener.